miércoles, 25 de enero de 2017

NO PAGAREMOS, LO PEGAREMOS
“La resignación es un suicidio diario”. – Honore de Balzac-.

En Colombia la discusión sobre el tema de las llamadas drogas ilícitas rebasó hace mucho a la institucionalidad. La incapacidad de los gobernantes para reconocer que el uso de plantas prohibidas y sustancias derivadas es, ante todo, una apropiación social del individuo, es decir: un fenómeno histórico; ha conllevado a la costosa reiteración de políticas fracasadas basadas en la represión.


El Estado, apoyado en una sociedad hipócrita y sumisa, ha llegado a la conclusión de que posee el privilegio de decidir qué puede y qué no puede consumir una persona en el ámbito de la recreación de su intimidad más recóndita. O sea, ellos definen que podemos beber, oler, fumar e ingerir sin que se ofenda la moral tartufa de mandatarios y mandados.

Mientras tanto la realidad avanza en otras coordenadas. En muchas partes del mundo se exige el derecho a relacionarse con las drogas de manera autónomamente responsable. Ese reclamo es aún más legítimo en aquellos países como el nuestro, donde la politiquería de los partidos ha logrado acceder al mando erigida en la mentira, la violencia y el abuso. Por ejemplo, aquí se han elegido presidentes, congresistas, magistrados, gobernadores, alcaldes y generales con los dineros provenientes de la industria del narcotráfico originada en la prohibición.
Ello ha ocasionado que los mismos beneficiarios de las mafias –que después desde el poder saquean los recursos públicos-, se pongan de acuerdo para que se persiga al que se está fumando un porro detrás de un árbol sin meterse con nadie.
En ese contexto, ni los Acuerdos de la Habana sobre el tema de drogas que plantean con torpeza la erradicación y sustitución de cultivos, ni la legalización de la Cannabis para uso medicinal –que le abrió la puerta al negocio de las multinacionales farmacéuticas- se asoman siquiera al meollo de la problemática. Todo ese cúmulo de mentiras oficiales jamás conseguirá que dejemos de drogarnos. Por el contrario, el aumento de hectáreas cultivadas de marihuana, amapola y hoja de coca, así como el número de consumidores continúan aumentando año tras año.
Tampoco el Código Nacional de Policía que entra en vigencia el 30 de enero, y que contempla una sanción consistente en multa de 194.000 pesos para las personas que consuman en espacio público, va disuadir a ningún espíritu libre de optar por sus propios gustos y si lo desea asumirlos, sin agredir, delante de quien sea.
Nosotros rompimos de una vez, y para siempre, con la obligación de la obediencia. Dicho de otra manera: no les creemos, no les tememos, no les haremos caso. El compromiso ahora es con el entorno, con ese conglomerado humano de hombres y mujeres que –sin consumir- conforman el día a día de nuestra lúdica proscrita. Con el niño que se asoma a la existencia cargado de preguntas y temores sin respuestas, con el parcero que busca experimentar placeres distintos y no sabe dónde encontrarlos, incluso con los de nuestra misma sangre que siempre se han preguntado cómo será asomarse a la libertad sin sentir culpa ni vergüenza.

Por eso seguimos. Porque hemos entendido que los espantosos refugios de la tranquilidad que nos ofrecen a cambio de aconductarnos equivalen a una sobrevivencia miserable en medio del aburridor divertimento diseñado para controlar sometidos. Y nosotros preferimos la opción de la rabia y el riesgo de las turbulencias que significa acercarnos como individuos a la única verdad que hoy por hoy merece ser vivida: la lucha permanente contra todas las formas de dominación de la vida cotidiana. Y queremos hacerlo en medio de los colores, sonidos y aromas de esa fiesta que se llama resistencia.
-NO AL CÓDIGO DE POLICÍA, NO A LAS MULTAS POR TRABARSE, NO MÁS UPJ PARA LOS KOLINOS-
Lunes 30 de enero de 2017, 10 a.m. Planetario Distrital. Fumatón hasta la Plaza de Bolívar.
-El consumo ni se previene, ni se prohíbe: se decide-
Colectivo, SÍ A LA DOSIS PERSONAL, Universidad Distrital.

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