domingo, 4 de octubre de 2020

CUANDO LOS PARADIGMAS DE OBEDIENCIA SE SABEN DESAHUCIADOS

“Vivir no es otra cosa que arder en preguntas”. EL OMBLIGO DE LOS LIMBOS -Antonin Artaud-.   

La anunciada nueva normalidad, proclamada aquí y allá en medio de la desazón generalizada por la virosis pandémica regada en el planeta, ha sido ya dibujada, a nivel mundial, en el imaginario confidencial de los poderes institucionales como oportunidad aleatoria para profundizar su proyecto de dominio de la mente y dela voluntad de las personas. Es decir, con el agobio social desagregado de la incertidumbre por la suerte inmediata de economías arruinadas; de la salud pública, del medio ambiente y de la seguridad en los vecindarios, co nfluye ahora el designio siniestro de un normativo control estatal indefinido sobre la cotidianidad de la existencia humana. 

Si bien es cierto que la dimensión alcanzada por la pandemia del coronavirus exige para su atención la adopción de estrategias concordantes entre la praxis de diversas disciplinas de la medicina –en este caso preventivas, terapéuticas e inmunológicas- y su articulación con la consecuente respuesta consciente de  la ciudadanía, los mandatarios no pueden –con el pretexto de atender las problemáticas derivadas de la emergencia– erigir la gobernabilidad en una variable de discrecionalidad in totum que le da el derecho de prescindir de la voz y del voto de los conglomerados poblacionales, para diseñar y aprobar planes que involucran a éstos desde ahora y durante muchos de los próximos años-. Porque hoy, en el marco de esta crisis sanitaria y económica, aparece claro que los escenarios donde se toman las grandes decisiones siguen siendo vedados para la gente común y corriente.

Por supuesto, dicha exclusión resulta tan necesaria para un orden universal concebido a manera de legalidad mercantil, y por ende, autoritaria; como los confinamientos terapéuticos para la salud. Pues con la preocupación de lograr posicionar una tranquilidad mentirosa, las tesis de expertos de opinión que apologizan el optimismo como divisa social, exigen –dada su connotación de institucionales– ser entendidas y acatadas como conclusiones científicas. Lo indiscutible es que en estas horas urgidas de debates esclarecedores, los modelos económicos basados en la acumulación voraz están enfrentados al riesgo mortal de no poder justificar la legitimidad y pertinencia de sus sistemas de distribución de la riqueza, ante la manifiesta incapacidad para dar respuesta a tanta frustración indignada que se ve venir por cuenta de las carencias, las incertezas y el hastío.

Ello explica por qué las empresas multinacionales, en alianza con gobernantes de todos los continentes, hacen constantes llamados a la reinvención –siempre y cuando ésta no incluya desafiar las reglas de  luego existentes entre simples habitantes y los que se creen dueños de la vida-. Léase, preservar en el periodo de post-pandemia, al costo que sea, la lógica del mercado, traducida en mareas de legiones conformadas por compradores compulsivos garantes de la ganancia, se constituye en la categorización prioritaria al momento de efectuar análisis y proponer salidas desde la perspectiva de la banca internacional, los organismos de crédito y las bolsas de valores de las metrópolis financieras. Mientras madura en la mente de gobiernos y corporaciones la continuación -en peores condiciones- de esquemas de vida social sin sujetos libres, pero sí,  con masas obsecuentes a las que se les continúa ofreciendo, de cuando en cuando, la compensación consoladora de responder una encuesta y marcar un tarjetón. Y eso es lo contrario a la conformación y reconocimiento de comunidades auto-convocadas que, sin negar a los individuos, se apropian autónomamente del estudio, la comprensión y la resolución de sus asuntos medulares.

En síntesis, esta coyuntura sobreviviente es un hecho genitor de aconteceres complejos que desafían el curso ordinario de múltiples ordenamientos en la mayoría de los ámbitos. Igual en aquellas oquedades subterráneas que no quieren ser reconocidas. En Colombia el panorama es aún más sombrío. Porque dicho ambiente de sojuzgamiento ejercido en el día a día de la población ha sido muy previo a la actual epidemia universal. Este país, hace décadas transita horridas penumbras donde resuenan hasta el fastidio las narrativas oficiales que no alcanzan para ocultar  la verdad de una geografía atravesada por la muerte, la corrupción, los espionajes, el saqueo despiadado a la  naturaleza, los encubrimientos, y la habladuría corporativa de postgraduados especialistas en adulterar las evidencias de la historia. Pese a su condición subalterna, a estos últimos ha ido correspondiendo el roll estratégico de que los   acontecimientos lleguen certificados con el sello de la interpretación oficial hasta la más remota de las angustias domésticas de cualquiera.

Por eso, en las coyunturas agudas de los pueblos, a través del temor inducido, se suele constituir el sentido falseado de la realidad. Entonces, emerge la mentira aceptada socialmente como fundamento de leyes y decretos orientados al control premeditado de las conductas individuales. Así que se equivocan quienes creen posible que, en un medio tan sórdido como el nuestro –con pandemia o sin pandemia-, para que no nos pase nada, la vida vaya por un lado y la libertad de vivir, por otro. Muy distinta sería la situación palpitante en nuestros entornos si en lugar de órdenes ejecutivas, comparendos y punibilidad callejera, las acciones y medidas fuesen el resultado de un diálogo ininterrumpido entre iguales en derechos y responsabilidades -aunque diferentes en visiones- en la intencionalidad de acordar  dinámicas plurales que involucren, al mismo tiempo, el estímulo a la inventiva popular y a la solidaridad en los barrios y veredas. Ha sido demostrado que en los genuinos procesos de organización social es el discernimiento de comunidades materializado en actos lo que libera las mismas de la intrusión ajena de mediaciones redentoras.

He allí la verdad que se niegan a reconocer por igual los tecnócratas y políticos de todas las demagogias militantes. Cómo no afirmar, con el tono de la denuncia, que, en nuestro territorio, el acatamiento silente de todo tipo de manipulaciones oficiales gradúa de ciudadanía ejemplar cada gesto de sumisión. Es de este modo como se ha llegado a la absurdidad de una nación cuya pretendida democracia descansa desde hace mucho tiempo en la cohabitación con una normalidad cruzada por esas imágenes salpicadas de masacres, comunidades hambrientas, ecosistemas agonizantes, presupuestos asaltados y una intocable casta privilegiada de perpetradores y cómplices cuyas culpas impunes se encuentran resguardadas sobre seguro en los archivos secretos del Estado.

O sea, la cuadratura del círculo. Por cuanto domeñar multitudes solo es posible poseyendo el gobierno sobre los hábitos y consumos vitales de cada personalidad sometida, hasta otorgar sentido ajeno a sus valores. Y en estas tierras, la negación radical a ser reducidos a un dato codificado en las estadísticas es suficiente para ser reconocidos y perseguidos como enemigos. Así, las élites cerradas que reprimen el consumo de plantas y sustancias derivadas consideradas prohibidas, apuestan al arrasamiento de las áreas cultivadas mediante el envenenamiento de los hábitats naturales, y condenan al martirio del desplazamiento a miles de pequeños cultivadores con sus familias; son las encargadas de diseñar a su antojo el modelo de una sociedad programada para seguir el curso que le trazan desde afuera, desde lejos, y desde arriba. Salta a la vista que, en este contexto, las lúdicas íntimas seguirán siendo proscritas mientras desafíen el interés omnipresente en los negocios de los poderes corporativos. Lo mismo que el rechazo contra esa pretensión abusiva se va ir extendiendo desde cada hombre y mujer que sienta que el despojo incluye violentarles el derecho irrenunciable a escoger y gozar sus gustos y placeres recónditos sin vigilancias ni represiones.

Es obvio que en el presente, también eso nos quiere ser quitado en el desespero por sostener una cultura que después de la peste continuará errabunda, sin respuestas en medio de esa suma de tragedias que es Colombia. Hasta que voces provenientes de las más insospechadas latitudes empiezan a escucharse diciendo basta. No cabe duda que es ese despertar independiente de gentes lo que hará posible que este episodio actual del devenir de la humanidad no quede marcado por la derrota de haber abierto las puertas a nuevas barbaries moldeadas en la sumisión, sino por la creatividad invicta de muchas rebeldías juntas dispuestas al riesgo de vivir a plenitud la fiesta de la resistencia sin los límites del miedo.




Colectivo SÍ A LA DOSIS PERSONAL de la Universidad Distrital.


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